Por qué el oficialismo festeja una derrota

Por qué el oficialismo festeja una derrota

La primera mirada de los resultados en las legislativas marcan una paradoja que puede parecer curiosa sin contexto: el Frente de Todos apareció festejando pese a que perdió el quórum en el Senado, mantuvo por una banca ser la primera minoría en Diputados y fue vencido en la poderosa provincia de Buenos Aires. Más allá del relato conveniente, el oficialismo se abraza a la remontada (insuficiente por poco) en el territorio bonaerense para abrazar el contradictorio concepto de “triunfo”, tal como lo calificó el propio Presidente la noche del domingo.

A nivel nacional, Juntos por el Cambio aventajó al Frente de Todos por diez puntos. Aun así, el clima era de algarabía en el centro de campaña oficialista. Había arrancado mal la previsión, sobre todo cuando pasadas las 7 de la tarde Cristina Fernández de Kirchner anunciaba por redes sociales que no asistiría al búnker, por consejo médico, claro.

Ese nubarrón de ausencia venía a acentuar la mala semana de cierre que tuvo el Gobierno con el pifie presidencial sobre Córdoba (donde el Frente de Todos quedó tercero lejos), el dato de la inflación oficial de otro 3,5% mensual, el dólar por arriba de los $200 y marchas en reclamo de seguridad en el Conurbano.

De todas formas, el huevo de esa serpiente de esperar lo peor apareció en las PASO. Días atrás, varios funcionarios firmaban conseguir ahora las mismas diferencias que dieron las primarias, en especial en la provincia donde el kirchnerismo intentó poner toda la carne en el asador. Ese es el contexto donde hay que entender el júbilo peronista, al conseguir recortar de cuatro a solo un punto la ventaja de Juntos en el distrito más populoso del país.

No va a ser gratis, igual. Aunque se puedan disimular los pases de factura (sorprendería asistir a una semana como la de la pos PASO), al mapa interno oficialista no le faltará algún que otro temblor. Uno de ellos lo provocarán varios intendentes del Gran Buenos Aires, cuyo accionar más activo en la campaña resultó clave. Martín Insaurralde, el jefe de Lomas de Zamora y a cargo de la Jefatura de Gabinete provincial tras la derrota de septiembre, liderará el pedido de mayor espacio en la gestión.

Pasada la embriaguez oficialista, forzada o genuina, el Gobierno deberá encarar decisiones para encarar múltiples demandas sociales de todo tipo y resolver cuestiones urgentes pendientes, como el acuerdo con el FMI. La Administración de los Fernández cometería un grave error si pensara que con estos resultados y con su interpretación de los mismos hay margen para seguir pateando definiciones para adelante. Más que grave, sería muy peligroso. Para todos y todas.

Por Javier Calvo

Jefe de Redacción del Diario Perfil